En Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, y otros países latinoamericanos, la expresión "tener rabo de paja" se utiliza de manera figurada para referirse a una persona vulnerable que tiene algo que perder, sea fama, prestigio, posición social o que simplemente tiene secretos que no pueden ser revelados a la luz pública.
En la Biblia, encontramos a Jesús utilizando la frase, - que estoy segura ustedes conocen muy bien,- ¨el que de ustedes esté libre de pecado, que lance la primera piedra". Esto, cuando un grupo de ancianos y religiosos le presentaron una mujer adúltera juzgandola y condenadola. Sin embargo, con muy pocas palabras pero lleno de sabiduria, Jesús les enseñó una gran lección.
Desde mi perspectiva, parece ser muy fácil caer en este tipo de situaciones. Juzgar y criticar a los demás es casi un pasatiempo diario de muchos. Nos olvidamos de ver la viga en nuestro ojo resaltando la paja en el ojo de otros. Nos olvidamos de la misericordia, la clemencia y la empatía alimentando la inflexibilidad, censurando los errores de los demás y destacando sus vulnerabilidades.
La misericordia es el trato bondadoso y benevolente hacia los demás. Es diferente a la lástima.
La clemencia es la mesura a la hora de aplicar justicia. El que tiene clemencia se compadece del otro y siente empatía al aplicar esa justicia.
La empatía, es caminar en los zapatos de otra persona. Es comprender de la mejor manera posible y desde nuestras propias limitaciones lo que está sientiendo nuestro prójimo. La persona empatica tiene la capacidad de comprender las emociones y sentimientos de los demás, lo que les permite ser solidarios.
¿Por qué juzgamos a la ligera?
Porque nos creemos justos, correctos o intachables. Por consiguiente, nos sentimos con derecho a juzgar y criticar. Olvidando que todos tenemos rabo de paja. ¿Qué le ocurre a la paja cuando se acerca al fuego? Se quema.
Además, criticar o juzgar a otros, es señal de que algo anda mal en nosotros mismos y demuestra en otras cosas lo siguiente:
Inseguridad y falta de autoestima: Criticar a otros puede ser una forma de intentar sentirse mejor consigo mismo.
Ignorancia o falta de comprensión: No entender o conocer lo suficiente sobre la situación o circunstancias de otra persona puede llevar a juicios erróneos.
Prejuicios y estereotipos: Juzgar a alguien basado en su membresía en un grupo o categorización en lugar de su individualidad.
Envidia o resentimiento: Sentirse celoso o resentido por el éxito o logros de otra persona puede llevar a la crítica.
Miedo y ansiedad: Temor a lo desconocido o a lo que no se entiende puede manifestarse como crítica o juicio.
Presión social y conformidad: Ajustarse a las normas o expectativas de un grupo o sociedad puede llevar a criticar a los que no encajan.
Es importante reconocer estas señales y esforzarse por alimentar la empatía y la comprensión para superar la crítica y el juicio fácil, y recodar que todos tenemos rabo de paja, porque:
No somos perfectos: Nadie es libre de pecado, así que no tenemos derecho a juzgar a otros cuando nosotros mismos hemos cometido errores.
No conocemos todo el contexto: A menudo no sabemos toda la historia detrás de las acciones de alguien, así que no podemos entender completamente su situación.
Podemos ser hipócritas: Criticar a otros por cosas que nosotros mismos hacemos o hemos hecho en el pasado es hipocresía.
Podemos herir a otros: Las críticas y juicios severos pueden lastimar a la gente y dañar sus sentimientos.
Debemos tratar a los demás como queremos ser tratados: La regla de oro es tratar a los demás con la misma bondad y respeto que deseamos para nosotros mismos.
Finalmente, les quiero recomendar el libro ¿Quien soy yo para juzgar? escrito por el Papa Francisco y disponible en Amazon. El libro es un compendio de extractos de homilías, angelus, audiencias y meditaciones en en los que el Papa, sencillo, -como es él,- trata este tema desde distintos ángulos.
Lo cierto es que, cada quien es responsable de sus actos y todos tendremos que dar cuentas. No juzgar ni criticar a los demás nos permite tratar a las personas con respeto, empatía y comprensión, y nos evita caer en la hipocresía y el daño a otros. La invitación de este artículo es, primero a corregirnos a nosotros mismos, despejando la paja y quitando la vigade nuestro ojo para crecer en misericordia, clemencia y empatía.